viernes, 8 de agosto de 2008

The Lost Canvas, por Luis Capote

Empezamos el día con una nueva crítica comiquera, perpetrada por uno de nuestros friquis residentes: Luis Capote. La cosa va de una popular serie de manga: Saint Seiya: The Lost Canvas.



Pocos son los tebeos y series de animación nipones –o mangas y animes, por aquello de ponerse técnico- que tengan en España el nivel de popularidad de Los Caballeros del Zodíaco. Desde la primera emisión en otoño de 1990, varias han sido las generaciones de televidentes (y posteriormente de lectores) que han disfrutado con las épicas andanzas de Seiya, Shiryû, Hyôga, Shun, Ikki y compañía. Paradójicamente, este éxito, repetido en cualquier parte del mundo donde tebeo y/o serie asomaron el hocico, no fue tal en su país de origen. Tal fue así que Masami Kurumada no pudo terminar la serie (se supone que hay una saga posterior a la de Hades denominada Cielo) y vio como la adaptación para la pequeña pantalla se quedaba parada al final de la batalla contra Poseidón (dejando inédito en ese formato el ya mentado episodio del inframundo). El hecho de que Pegaso y sus compinches no fueran profetas en su tierra sirvió para que, en un mercado cada vez más globalizado, la productora Toei se lanzara a la adaptación de la saga de Hades, con un despliegue de medios sorprendente para un proyecto que llevaba doce años durmiendo el sueño de los justos. Eso ayudó a su vez para que Saint Seiya volviera nuevamente a la actualidad y para que, aparte del anime, vieran la luz varios proyectos ambientados en el universo de los caballeros, en la forma de las precuelas Episodio G, Next Dimension y la que tenemos hoy por aquí, The lost canvas.

Los tres títulos están ambientados en tiempos anteriores a aquéllos en los que se desarrollaba la serie madre. Así, Episodio G se centra en los Caballeros de Oro (cuya popularidad es equiparable a la de los teóricos protagonistas de la historia) en tanto que Next Dimension y The lost canvas cuentan cómo se desarrolló, doscientos cuarenta y tres años atrás, la última batalla entre Atenea y Hades. En los dos primeros, Kurumada está más presente, actuando como guionista en el primero y como autor completo en el segundo. En el tercero, su función es la de “inspirador” y los bártulos creativos están en manos de Shiori Teshirogi, que al asumir este encargo manifestó por activa y por pasiva su querencia por la serie original, cosa que demuestra sobradamente como guionista y como dibujante.

A mediados del S. XVIII, el Santuario se prepara para un nuevo conflicto con los ciento ocho espectros del inframundo. La reencarnación de Atenea ha aparecido en un pequeño pueblecito de Italia bajo la forma de una niña llamada Sasha. Junto a ella, en un orfanato, se crían Tenma, un chico pendenciero y brutote y Aarón, hermano de Sasha y más que dotado para la pintura. Sus destinos, entrelazados entre sí, marcarán el devenir de la guerra sagrada. El argumento de esta serie coincide, grosso modo, con el de Next Dimension, donde también aparecen los mismos personajes. Sin embargo, se trata de dos versiones diferentes de la misma historia y, en este punto, hay que reconocer que la discípula ha superado ampliamente al maestro. En tanto que Kurumada es incapaz de mantener la periodicidad de su serie (afectando de paso a los guiones de Episodio G) Teshirogi permanece al pie del cañón. Si ya pasamos a la parte gráfica, simplemente no hay color: en tanto que don Masami –que nunca fue la alegría de la huerta en este campo- hace gala de un estilo que se ha quedado un tanto caduco, doña Shiori da a los caballeros de Atenea y a sus oponentes una imagen majestuosa y plena de poder. Aunque físicamente los defensores de la diosa sean más que parecidos a sus colegas de la serie original, aquí resultan mucho más interesantes y ricos en matices que éstos, quedando patente que la autora ha tomado buena parte del trabajo que originalmente llevó a cabo Shingo Araki para la serie de animación. Estamos ante un conflicto en toda regla y no ante la sucesión de puñetazos en que acabó degenerando Saint Seiya y personajes como Tong Hu de Libra o Shion de Aries nunca tuvieron mejor aspecto. La épica, el terror, el suspense y el drama son reflejados de forma magistral por una autora que no sólo está a la altura del reto que supone tomar las ideas y personajes de otro y adaptarlos, sino que supera ampliamente al original. Si te gustó Saint Seiya, no puedes dejar escapar esta serie. Si no te gustó demasiado pero tiene interés por el tebeo japonés, éste es un buen título por el que empezar.