lunes, 7 de febrero de 2011

La venganza del Caballero Luna, por Luis Capote

Otra reseña de empijamados varios, cortesía del de siempre:



Título: La venganza del Caballero Luna
Formato: Tomo en tapa blanda de la línea 100% Marvel
Autores: (G) Gregg Hurwitz (L) Jerome Opeña (T) Jay Leisten (C) Paul Mounts (P) Alex Ross
Editorial: Marvel Comics / Panini Comics
Precio: 12 €
Comentario:

El Caballero Luna es, junto con Nick Furia, el Doctor Extraño, Shang Chi o Estela Plateada, uno de tantos personajes marvelianos que, siendo populares, nunca han logrado mantenerse largo tiempo presidiendo una serie con cabecera propia. No obstante y pese a las veleidades del mercado, sus títulos han estado marcados por la existencia de etapas que público y crítica han acabado calificando como “de culto”. En el caso del héroe (ejem) que nos ocupa, es de obligada referencia la etapa que reunió a su creador literario, Doug Moench, con un primerizo Bill Sienkiewicz, y en la que se sentaron las bases principales del “universo lunar”. Allí se plantea el curioso juego de identidades que llevaría a Marc Spector, identidad civil originaria del Caballero, a tener hasta cuatro personalidades distintas. También aparece una interesante galería de secundarios donde destacan el piloto galo Jean Paul “Frenchie” DuChamp (su fiel compañero de fatigas), la arqueóloga Marlene Alraune (con la que comparte una relación plagada de altibajos), el informador Bertrand Crawley o la dueña de bar Gena Landers. Fue con el Caballero Luna que Sienkiewicz empezó a alejarse de la sombra de Neal Adams para empezar a convertirse en el reputado ilustrador que es a día de hoy. Fue con Sienkiewicz que el Caballero Luna dejó de ser uno de tantos “batmanes” de segunda para alcanzar una identidad propia. Luego vendrían otras colecciones, otras historias y otros autores que harían del personaje héroe urbano, símbolo místico de una nueva era de baratillo y hasta inesperado protagonista de un conflicto que, con reminiscencias de la trama kerubin-daemonita de WildCATS, puede ocupar perfectamente un puesto destacado en la lista de las peores historias de cambio de origen de un personaje (algún día habrá que hacer repaso de los desastres perpetrados por Terry Kavanagh, pero no será hoy).


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