viernes, 31 de agosto de 2018

Herc: Dioses de Brooklyn, por Luis Capote

Y más reseñas añejas: 


Título: Herc: Dioses de Brooklyn 
Formato: Tomo en tapa blanda de la línea Héroes Marvel 
Autores: (G) Greg Pak, Fred Van Lente (L) Neil Edwards (T) Scott Hanna, Cory Hamscher (C) Jesus Aburtov (P) Carlo Pagulayan 
Editorial: Marvel Comics / Panini Comics 
Precio: 9,95 euros 
Comentario: 

Hércules es uno de esos personajes que, después de cuatro décadas y pico pululando por el universo marveliano, ha alcanzado la condición de “personaje de culto”, entendida la misma como popularidad insuficiente como para sostener una cabecera propia durante mucho tiempo. Una miniserie por aquí, una novela gráfica por allá, una estadía más o menos larga en los Vengadores… y vuelta a empezar. Hasta la reorganización parcial provocada por Hulk Guerra Mundial, solo Bob “Qué bien me salen los brillitos de la armadura de Iron Man” Layton y Tom “Qué bien remedo a Stan Lee” DeFalco y Ron “Qué bien remedo a Jack Kirby” Frenz habían hecho algo de provecho con el personaje (con una miniserie que dibujaría Pat Oliffe). El primero había hecho de Hércules un aventurero estelar y los segundos lo habían convertido en escudero de aquel Thor que compartía piso (y otras cosas) con Eric Masterson. Después de que la Masa convirtiera Nueva York en un socavón, el Príncipe del Poder, dirigido por Greg Pak y Fred Van Lente, ocupó la cabecera y heredó la numeración de la serie del coloso esmeralda, encadenando una entretenida sucesión de historias en las que se actualizaban las deidades y leyendas de la mitología griega. Comandando un escuadrón de dioses frente al panteón skrull en Invasión Secreta o recorriendo como fugitivo los Estados Unidos, en compañía del crecientemente cargante Amadeus Cho, Hércules seguía siendo el fortachón de cabeza loca y gran corazón de costumbre, pero los guionistas lograron llevar a cabo una actualización eficaz de la materia prima con la que estaban trabajando, sin caer en un péplum de cartón piedra y sin convertir al bueno de Herc en un “Quebien Sobo” cualquiera. La exuberancia y altas dosis de burricie habituales en el héroe tebano contrastaban con las sabihondeces del pitagorín de Cho, siendo ambos víctimas –a ratos más conscientes, a ratos no tanto- de las manipulaciones de la diosa helena de la sabiduría y la guerra. Con un Olimpo desmantelado tras la caída de Zeus, Atenea se convierte en la intrigante principal del conflicto de poderes que se desencadena en el panteón al que pertenecen ella o el propio Herc. Encuentros y desencuentros con los eventos marvelianos de turno aparte, las líneas argumentales de la colección desembocaron en un clímax en el que el protagonista acabaría encontrando la muerte (ya, si, claro) siendo debidamente homenajeado y dejando a Amadeus Cho obsesionado por un reencuentro que no tardaría en producirse y desencadenaría a su vez una historia de proporciones cataclísmicas (sobre todo porque fue dibujada por Khoi Pham). La Guerra del Caos sirvió para ver en acción a unos cuantos héroes difuntos y para traer de vuelta a Alpha Flight y a un Hércules que, como en los días finales de la etapa vengativa del guionista Bob Harras, se vio despojado de su divinidad y convertido en un mero mortal. Aquí arranca este nuevo volumen de las aventuras de un guerrero barbado que ha sido despojado de la mayor parte de su poder.