Nueva reseña de Manuel Darias, que últimamente tiene que ejercer el desagradable oficio de redactor de necrológicas.
En 1983, cuando escuché a Ángel Puigmiquel i Lis (Barcelona, 1922 - 2009) al otro lado del teléfono, pensé que aquel tono de voz no podía pertenecer a la persona que yo me imaginaba. En el transcurso de la entrevista, que entonces le hice con destino a esta misma página, su voz sonaba como muy juvenil para ser la de un señor que ya había cumplido los sesenta años. Más adelante, cuando recibí su foto con esa sonrisa amplia y cordial, y me enteré de que el legendario historietista era un consumado amante del deporte, ya todo me encajó. Años después, en el momento en el que lo conocí personalmente en un Salón de Barcelona, me encontré con un hombre encantador e inteligente, poseedor todavía de interesantes ideas sobre una profesión que, aunque lejana en el pasado, todavía recordaba con cariño.
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